Puma
Felis
concolor
Clasificación:
Orden:
Carnivora
Familia:
Felidae
Género:
Puma (también
se utiliza
Felis)
Nombre
científico:
Puma
concolor
Suespecies:
en la
Argentina
hay siete
subespecies.
Estas
son P.
concolor
capricornensis,
P.
concolor
pearsoni,
P.
concolor
acrocodia,
P.
concolor
cabrerae,
P.
concolor
araucana,
P.
concolor
puma,
P.
concolor
hudsoni.
Estatus
Nacional:
RB pv.
(Riesgo
bajo,
potencialmente
vulnerable
[
SAREM,
2000]
).
Internacional:
Near threatened
(NT).
Casi amenzado.
Con esta
categoría
figura
en la
lista
de la
UICN del
2006,
pero la
evaluación
se efectuó
en el
2002.
Ocupa
el Apéndice
II de
la CITES.
Otros
nombre
comunes
puma
(quichua),
león,
león
americano,
leoncito
bayo,
susuarana,
onça
parda
u
onça
vermelha
(portugués),
onza colorada,
yaguá-pihtá
o
dyaguá
–
pihtá
(guaraní),
guasuára,
trapial
(mapuche)
y
muontain
lion (inglés),
entre
algunos
otros
nombres
que recibe
según
las regiones.
Caracteres
externos
El puma
es un
animal
de gran
porte,
esbelto,
de larga
cola,
ágil
y
fuerte,
aunque
su tamaño
–
y
también
color-
varía
de acuerdo
al área
ocupada,
siendo
algo mayores
los ejemplares,
dentro
de la
Argentina,
que habitan
el sur.
Las medidas
se que
se indican
a
continuación
son las
indicadas
por Parera
(2002):
Longitud
de cuerpo,
cabeza
y
cola:
140- 230
cm
Longitud
cabeza
y
cuerpo:
85-150
cm
Largo
de la
cola:
45-85
cm
Longitud
del pie:
19- 27
cm (dato
que es
útil
al momento
de identificar
su rastro).
Peso
adultos:
34-105
(excepcionalmente
120 kg.)
Fórmula
dentaria,
es decir,
nos indica
el número
de dientes
de cada
categoría
por media
mandíbula
superior
(la primera
cifra)
e
inferior
(la segunda):
3/3 1/1
3/2 1/1
=
30 .
Los terceros
incisivos
-tanto
superiores
como inferiores-
son más
fuertes
que los
demás;
los caninos
son muy
robustos.
Otros
caractéres:
Posee
la cabeza
relativamente
pequeña,
el cráneo
corto
y
redondeado,
con anchos
arcos
cigomáticos.
Las patas
son fuertes
y
terminadas
en cinco
dedos
las delanteras
y
cuatro
las traseras.
Cada dedo
está
provisto
de una
uña
curvada
y
retráctil
(CEAL,
1985).
Pelaje:
En el
adulto
es prácticamente
uniforme,
sin franjas
ni manchas.
Es más
pálido
-a veces
casi blanco-
en el
interior
de la
orejas,
el mentón,
los belfos
y
la porción
ventral,
y
más
oscuro
-en ocasiones
casi negro-
en las
comisuras
de la
boca,
el extremo
de la
cola y
el exterior
de las
orejas,
generalmente
con una
zona transversal
pálida
(CEAL,
1985).
La parte
inferior
de cuerpo,
la barbilla
y
la zona
entre
los labios
superiores
y
el rinario
son blancos
(Parera,
2002).
La coloración
general
varía
entre
bayo claro
a
marrón
algo oscuro,
con matices
grisáceos
y
rojizos.
En las
partes
superiores
del cuerpo
los pelos
son más
oscuros
en su
extremo.
La coloración
suele
presentar
variaciones
regionales
como el
P.
concolor
pearsoni
–
habita
la región
patagónica-
que ,
además
de ser
los de
mayor
tamaño,
posee
pelaje
más
denso
de color
rojizo
con matices
de color
rosado;
la subespecie
P.
concolor
capricornensis,
que habita
Misiones,
presenta
menor
tamaño
y
una
coloración
rojiza
definida
y
P.
concolor
acrocodia,
de la
región
chaqueña
austral,
tiene
un color
leonado.
Los cachorros
presentan
una serie
de manchas
y
rayas
irregulares
de color
parduzco
o
negro.
Se conocen
pocos
casos
de ejemplares
albinos
o
melánicos.
Comportamiento
Es de
hábitos
más
bien sedentarios,
mostrando
una constante
territorialidad,
que es
señalada
con pequeños
chorros
de orina
y
excrementos
en árboles
y
prominencias
que encuentra
en el
espacio
que ocupa.
Es solitario
y, con
mayor
frecuencia,
elige
el crepúsculo
y
la noche
para deambular,
pese a
que hay
zonas
donde
despliega
también
actividad
diurna.
Parecería
que la
presencia
del hombre
influye
es esta
forma
de vida.
También
es muy
cambiante,
según
las zonas,
el territorio
sobre
el que
se expande,
que muchas
veces,
total
o
parcialmente,
se superpone
con el
de algunas
hembras.
Según
señala
Parera
(op. cit.),
en Idaho
(USA),
los machos
utilizan
áreas
de más
de 450
km2 y
las hembras
170 a
375 km2.
En el
sur de
Chile,
ambos
sexos
pueden
abarcar
territorios
de 56
km2 en
promedio,
mientras
que en
distintos
sectores
del Pantanal
(Brasil),
una hembra
adulta
ocupó
60 km2
(Miranda)
y
un macho
adulto
32 km2
en Acurizal.
Los territorios
son, generalmente,
respetados
por sus
congéneres
y
los
machos
evitan
encontrarse,
dejando
ver en
esta actitud
una marcada
insociabilidad
(Rodríguez
de la
Fuente,
1983).
En
la
caza utiliza
más
el acecho
que la
búsqueda
de la
presa,
aunque
en el
territorio
argentino,
para la
caza de
los camélidos,
recurre
frecuentemente
a
veloces
carreras.
Si bien
evita
el encuentro
con el
hombre,
hubo casos
de excepción
en lo
que éste
último
fue su
victima,
con muy
pocos
casos
conocidos
en la
Argentina
y
en Norteamérica,
donde
se registraron
una decena
de casos
en cien
años
(Parera,
2002).
Para refugiarse
utiliza
pajonales,
cavidades
en paredes
de cerros
o
en lo
alto de
la copa
de un
árbol,
dependiendo
del tipo
de ambiente
en que
se encuentre.
Aunque
el puma
tiene
cierta
aversión
a
mojarse,
es diestro
para nadar
y
puede
arrojarse
al agua
tanto
para eludir
a
sus
perseguidores
como para
alcanzar
una presa.
Como
todo carnívoro,
su alimentación
se sustenta
con el
producto
de la
caza.
Habitualmente
usa el
acecho
pero no
excluye
el aproximarse
agazapado
y
oculto
entre
la vegetación
hasta
llegar
a
un punto
en que,
gracias
a
su gran
velocidad
de salida,
tenga
la posibilidad
de atrapar
a
la presa.
Su agilidad
es tanta,
que puede
cazar
monos
saltando
de rama
en rama
o
arrojarse
de alturas
superiores
a
los
quince
metros
(Cinti,
1997).
Por otra
parte,
Cabrera
y
Yepes
atestiguan
el caso
de un
puma que
para alcanzar
un venado
dio un
salto
en largo
de doce
metros.
Consume
desde
pequeños
roedores
y
gekos
hasta
grandes
herbívoros
como el
guanaco
(Lama
guanicoe),
el guazuncho
(Mazama
gouazoubira),
otrora
lo fue
el venado
de las
pampas
(Ozotoceros
bezcarticus)
y, en
las selvas
subtropicales
de la
Argentina
consume
armadillos
(Dasypididae),
pecaríes
(Tayassuidae),
agutíes
(Dasyprocta
spp.)
pacas
(Cuniculus
paca),
corzuelas
(Mazama
spp.)
y
gran
diversidad
de roedores,
marsupiales
y
reptiles
(Parera,
2002).
En zonas
de pastizales
las presas
predilectas
son el
ñandú
(Rhea
americana),
otras
aves terrestres
como los
inambúes,
la vizcacha
(Lagostomus
maximus)
y
el mencionado
venado
de las
pampas.
En las
estepa
patagónica
la mara
(Dolichotis
patagona),
la exótica
liebre
europea
(Lepus
europaeus),
el choique
(Pteronema
pennata)
y
las
diversas
especies
de peludos
y
armadillos
son las
principales
fuentes
de su
alimentación.
En esta
región
consume
también
las ovejas,
matando
más
de una,
lo que
le valió
la persecución,
a
veces
injustificada,
por parte
de los
ganaderos
de la
región.
Hacia
la cordillera
de la
región
patagónica
incorpora
a
su dieta
al pudú
(Pudu
pudu)
y
al huemul
(Hippocamelus
bisulcus).
En los
andes
del centro
y
norte
aparece
una nueva
presa
que es
la vicuña
(Vicugna
vicugna),
hoy con
poblaciones
importantes.
El puma
puede
alimentarse
de un
mismo
cadáver
durante
varios
días
(Parera,
2002).
En el
norte
de Santa
Fe existe
una estrecha
relación
predador-presa,
entre
el puma
y
el guazuncho,
a
tal
punto
que donde
veamos
a
este
cérvido
seguramente
veremos
pumas
(Moggia,
1996).
La
matanza
de más
animales
de los
que consume,
en el
caso puntual
de las
ovejas,
algunos
autores
conjeturan
que podría
deberse
a
la gran
apetencia
por beber
la sangre
de sus
víctimas,
gusto
que es
observado
con notoriedad
en todas
las circunstancias.
Entre
los adversarios
del puma,
además
del hombre,
el más
probado
quizá
sea el
perro,
al que
no duda
en atacar
si se
trata
de una
ejemplar
solo,
pero su
conducta
varía
totalmente
enfrentado
con una
jauría.
En ese
caso,
se percibe
su gran
temor
y
tratando
de escapar
puede
llegar
a
correr
durante
medio
día
sin que
le den
alcance
y
en caso
de verse
acosado,
trepa
sobre
árboles
y
desde
allí
contempla
a
la jauría
que ladra
y
muestra
su ferocidad.
Respecto
a
la reproducción
se transcribe
un párrafo
de “Fauna
Argentina”
del Centro
Editor
de América
Latina:
“
El puma
llega
a
la madurez
sexual
a
los
dos o
tres años,
y
aunque
puede
reproducirse
en cualquier
estación,
lo hace
preferentemente
en el
otoño
o
en el
invierno.
Cuando
la hembra
entra
en celo
recorre
el territorio
dejando
por orinado
y
defecación
su olor
en los
montículos
hechos
por los
machos.
Al sentir
el olor
de la
hembra
en celo,
cuatro
o
cinco
machos
pueden
perseguirla,
y
pelean
entre
ellos.
El ejemplar
victorioso
copula
primero
y
luego
lo hacen
los demás.
Sólo
en el
momento
de la
cópula
el macho
grita:
es un
sonido
fuerte,
agudo
y
prolongado;
la consumación
puede
durar
todo el
día.”
Una vez
producido
el apareamiento,
la hembra
rechaza
enérgicamente
al macho
(Parera,
op.cit.)
y
la crianza
de los
cachorros
queda
a
cargo
de la
madre.
Luego
de unos
tres meses
de gestación,
la hembra
da a luz
una camada
que varía
entre
una y
seis crías
–
muy comúnmente
tres-
pesando
alrededor
de 400
gr. cada
una y
son amamantadas
durante
unas cinco
semanas.
Los cachorros
permanecen
con su
madre
algo más
de doce
meses,
período
en el
cual los
alimenta
con el
producto
de su
caza y
los adiestra
para este
menester
con especial
dedicación,
llevando
consigo
a
un cachorro
por vez
para mostrarle
la forma
de obtener
sus presas.
Hábitat
El puma
muestra
una gran
versatilidad
para adaptarse
a
distintos
ambientes
tales
como selvas,
zonas
de montaña
con cierta
aridez,
montes
de tipo
chaqueño,
sabanas,
zonas
semidesérticas
e
incluso
habría
una subespecie
que habita
zonas
salobres.
En las
regiones
con elevaciones
alcanza
hasta
los 4.000
m.s.n.m.
o
algo
más
y
esta
característica
de habitar
prácticamente
cualquier
tipo de
ambientes
es lo
que explica
la gran
multiplicidad
de subespecies
que presenta
en toda
la región
Neotropical
y
unas
siete
en el
territorio
argentino.
En esto
ha influido
a
la vez
las condiciones
ecológicas
y
la situación
geográfica
y
las
distintas
razas
se diferencian
a
veces
por la
coloración,
pero más
difieren
por ciertos
caracteres
craneanos
(Cabrera,
1961).
Distribución
Su área
geográfica
se extendía
apenas
hace un
siglo,
desde
la Columbia
Británica-
provincia
del oeste
del Canadá-
y
Ontario
y
Québec
en el
este,
hasta
el Estrecho
de Magallanes
(Cabrera,
1961).
En la
actualidad
sus poblaciones
del Hemisferio
Norte
han mermado
considerablemente.
En la
Argentina
habitó
también
de norte
a
sur
todo el
territorio,
pero en
la actualmente
desaparecieron
las poblaciones
de las
provincias
de Corrientes
y
Entre
Ríos
–
salvo
algunas
citas
de excepción-,
del sur
de Santa
Fe y Córdoba
y
del
norte
y
centro
de Buenos
Aires,
es decir,
de la
región
que se
conoce
como “pampa
húmeda”,
y
también
dejó
de observárselo
en la
zona costera
de las
provincias
patagónicas.
En la
República
del Uruguay
está
extinto.
En general
podemos
hablar
de un
repliegue
hacia
las zonas
montañosas.
El hábitat
de las
subespecies
P. Concolor
capricornensis
y
P. concolor
hudsoni
se encuentra
en franco
retroceso
(Parera,
op.cit.)
Situación
de sus
poblaciones
Por falta
de censos,
resulta
difícil
establecer
el estado
actual
de las
poblaciones
de pumas.
Sin embargo,
en líneas
generales
puede
decirse
que el
puma se
halla
en un
sostenido
retroceso
numérico
ante la
presión
del hombre
y
el creciente
uso de
la tierra.
Si bien
se lo
considera
con estatus
de Riesgo
bajo,
se aclara
a
su vez,
que es
potencialmente
vulnerable
(UICN).
Muchos
problemas
comprometen
la conservación
del Puma
concolor;
uno es
la ya
mencionada
persecución
que sufre
en la
Patagonia
por sus
hábito
de incursionar
en los
rebaños
de ovejas
y
matar
animales
en forma
excesiva;
a
su vez
es predador
de especies
que están
seriamente
amenazadas
-
potencialmente
de muchas
de ellas
si se
tiene
en cuenta
que está,
junto
al yaguareté,
en la
cima de
la cadena
alimenticia
y
se expande
por gran
parte
del territorio-
,
situación
que lo
coloca
en una
posición
respecto
a
su conservación,
no fácil
de resolver.
Hace
cerca
de diez
años
atrás,
en la
Patagonia
se había
intentado
poner
a
las
ovejas
más
viejas
–
las presas
más
fáciles-
un collar
que contenía
un veneno
que daba
muerte
al ejemplar
cebado
con ese
tipo de
alimento
y
no afectaba
a
los
que no
actuaba
se esa
manera,
es decir,
sobre
los no
cebados.
Pero el
resultado
fue incierto.
En relación
a
su preservación,
aún
están
vigentes
las palabras
de Chebez
(1994):
“La
especie
aún
es considerada
plaga
en algunas
provincias
donde
se permite
la caza
libre”,
y
luego
agrega,
“tratándose
de un
superpredador
de amplios
requerimientos
territoriales,
su situación
debe ser
estudiada
con cuidado
sin caer
en generalizaciones
que pongan
en riesgo
su existencia”.
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