Zoológico uruguayo busca controlar crecimiento explosivo de colonia de monos
Los monos se adaptaron tan bien a su nuevo hogar, que en menos de tres
décadas se reprodujeron hasta totalizar los 120 o 130 actuales.
Ana Inés Cibils
AFP
Montevideo --
Una treintena de monos donados en la década de 1980 a un zoológico
uruguayo se reprodujo sin control hasta cuadruplicar su número,
generando problemas de hacinamiento y agresividad que llevaron a las
autoridades a preparar un operativo sin precedentes para trasladarlos.
Los primates, de la especie Papio hamadryas, conocidos vulgarmente como babuinos, llegaron hace 30 años desde Europa al zoológico de Villa Dolores, ubicado en un barrio residencial de la ciudad.
Pero como allí no había un espacio lo suficientemente grande como para alojarlos, fueron enviados al Parque Lecocq, un centro de conservación de 120 hectáreas situado en el noroeste de Montevideo donde hay unos 500 animales de 33 especies en cautiverio.
Allí, los babuinos fueron ubicados en una enorme jaula de 2,300 metros cuadrados que, con césped, palmeras y un lago con plantas acuáticas, había sido hasta entonces albergue de aves de rapiña.
“Fue el ambiente más adecuado porque reunía características para que la especie se desarrollara socialmente”, explicó Eduardo Tavares, director del parque.
De hecho, los monos, también llamados papiones, originarios del norte de Africa y que pueden alcanzar unos 75 cm de altura, se adaptaron tan bien a su nuevo hogar que en menos de tres décadas se reprodujeron hasta totalizar los 120 o 130 actuales.
También acabaron con toda la vegetación del recinto, que ahora luce árido y con la única presencia de un montículo de piedras, donde los monos se ubican según su jerarquía en el grupo.
“Terminaron hasta con el pasto, van comiendo las raíces. La vegetación se murió, quedando un ambiente parecido al que tienen en su ambiente natural, que es semidesértico”, explicó Tavares.
El problema es que la enorme jaula no permitió realizar un control de la natalidad de los babuinos, que “ha sido lo que la naturaleza ha querido”, dijo el director, para quien, desde el punto de vista de la conservación, alcanzaría con 50 o 60 ejemplares para tener una población genéticamente estable.
“Eso nos garantizaría la viabilidad de esta colonia y ahorraría insumos: los costos de alimentación y el espacio. Es fundamental tener la posibilidad de tener un control de la natalidad de esta especie para que no se nos vaya de las manos como se nos fue en este momento”, aseguró.
La superpoblación de la jaula distorsiona la convivencia de los animales y representa además un riesgo para quienes trabajan en el zoológico.
Los babuinos se vuelven “mucho más agresivos, puede haber peleas, hay una competencia por las hembras que va a ser mucho más grande y más dura. Hay muchas hembras que son muchas veces muy castigadas por esto mismo, hembras chicas (por las cuales) de repente ya se empiezan a pelear”, explicó Tavares.
Cuando los funcionarios ingresan a diario a limpiar la jaula y darles de comer, los monos no se muestran agresivos.
Pero “la agresividad aparece cuando se captura a uno de ellos o cuando se intenta sacar a alguno que haya muerto. Todos se ponen de acuerdo, se ponen sumamente agresivos y atacan en forma de manada, es sumamente peligroso”, añadió.
Ante lo insostenible de la situación, tras años de espera, el Parque Lecocq recibió de la municipalidad los seis millones de pesos (unos $285,000) necesarios para construir un nuevo recinto seis veces mayor que el actual, a cielo abierto y que incluye media docena de habitaciones que permiten controlar la salud y natalidad de los monos sin alejarlos de su ambiente.
El nuevo recinto estará terminado en dos o tres meses y se espera que en el 2013 esté completo el traslado de la colonia, que también será complejo, porque según el director del Lecocq “no existe en el mundo un traslado de un volumen tan grande de estos monos”.
La meta es que en el traslado cada babuino sea identificado con un microchip, el primer paso para empezar a realizar “un seguimiento individual correcto” de estos animales.
Y las autoridades confían en que controlando la reproducción, donando o intercambiando algunos animales, sumado a la muerte natural de otros, en algunos años la prolífica colonia se reduzca a la mitad.
Los primates, de la especie Papio hamadryas, conocidos vulgarmente como babuinos, llegaron hace 30 años desde Europa al zoológico de Villa Dolores, ubicado en un barrio residencial de la ciudad.
Pero como allí no había un espacio lo suficientemente grande como para alojarlos, fueron enviados al Parque Lecocq, un centro de conservación de 120 hectáreas situado en el noroeste de Montevideo donde hay unos 500 animales de 33 especies en cautiverio.
Allí, los babuinos fueron ubicados en una enorme jaula de 2,300 metros cuadrados que, con césped, palmeras y un lago con plantas acuáticas, había sido hasta entonces albergue de aves de rapiña.
“Fue el ambiente más adecuado porque reunía características para que la especie se desarrollara socialmente”, explicó Eduardo Tavares, director del parque.
De hecho, los monos, también llamados papiones, originarios del norte de Africa y que pueden alcanzar unos 75 cm de altura, se adaptaron tan bien a su nuevo hogar que en menos de tres décadas se reprodujeron hasta totalizar los 120 o 130 actuales.
También acabaron con toda la vegetación del recinto, que ahora luce árido y con la única presencia de un montículo de piedras, donde los monos se ubican según su jerarquía en el grupo.
“Terminaron hasta con el pasto, van comiendo las raíces. La vegetación se murió, quedando un ambiente parecido al que tienen en su ambiente natural, que es semidesértico”, explicó Tavares.
El problema es que la enorme jaula no permitió realizar un control de la natalidad de los babuinos, que “ha sido lo que la naturaleza ha querido”, dijo el director, para quien, desde el punto de vista de la conservación, alcanzaría con 50 o 60 ejemplares para tener una población genéticamente estable.
“Eso nos garantizaría la viabilidad de esta colonia y ahorraría insumos: los costos de alimentación y el espacio. Es fundamental tener la posibilidad de tener un control de la natalidad de esta especie para que no se nos vaya de las manos como se nos fue en este momento”, aseguró.
La superpoblación de la jaula distorsiona la convivencia de los animales y representa además un riesgo para quienes trabajan en el zoológico.
Los babuinos se vuelven “mucho más agresivos, puede haber peleas, hay una competencia por las hembras que va a ser mucho más grande y más dura. Hay muchas hembras que son muchas veces muy castigadas por esto mismo, hembras chicas (por las cuales) de repente ya se empiezan a pelear”, explicó Tavares.
Cuando los funcionarios ingresan a diario a limpiar la jaula y darles de comer, los monos no se muestran agresivos.
Pero “la agresividad aparece cuando se captura a uno de ellos o cuando se intenta sacar a alguno que haya muerto. Todos se ponen de acuerdo, se ponen sumamente agresivos y atacan en forma de manada, es sumamente peligroso”, añadió.
Ante lo insostenible de la situación, tras años de espera, el Parque Lecocq recibió de la municipalidad los seis millones de pesos (unos $285,000) necesarios para construir un nuevo recinto seis veces mayor que el actual, a cielo abierto y que incluye media docena de habitaciones que permiten controlar la salud y natalidad de los monos sin alejarlos de su ambiente.
El nuevo recinto estará terminado en dos o tres meses y se espera que en el 2013 esté completo el traslado de la colonia, que también será complejo, porque según el director del Lecocq “no existe en el mundo un traslado de un volumen tan grande de estos monos”.
La meta es que en el traslado cada babuino sea identificado con un microchip, el primer paso para empezar a realizar “un seguimiento individual correcto” de estos animales.
Y las autoridades confían en que controlando la reproducción, donando o intercambiando algunos animales, sumado a la muerte natural de otros, en algunos años la prolífica colonia se reduzca a la mitad.
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